Manuel Carrasco no puede ser más él mismo que cuando canta en Isla Cristina
El artista celebra sus raíces con el corazón entregado a un público encendido a la hora de cantar y bailar sus canciones
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Manuel Carrasco no puede ser más él mismo que cuando canta en Isla Cristina. Allí se mira al espejo con los ojos cerrados y se reconoce. Percibe los aromas y sabores, el tacto y los sonidos de su casa, el latido de su gente, sus paisajes, donde cada bienvenida es como si nunca se hubiera ido para ser un ídolo aclamado. "Esta noche es nuestra. Podéis hacer conmigo lo que queráis. Vamos a disfrutarlo", aseguró a su gente al inicio del recital.
Entre familia, amigos, vecinos y visitantes adoptados nuevamente, tras dos años sin actuar en directo aquí, celebró con orgullo sus raíces dentro de la parada más especial del 'Salvaje Tour', que repite recital este sábado. Carrasco hizo gala de espíritu marinero y carnavalero para poner mil redobles a su agitado corazón e insuflar con sus canciones movimiento a vientos y mareas, al oleaje de almas que cantaron y bailaron al compás de su voz, el faro que gira para que llegue a cada esquina su luz. Con ella lanzó un constante mensaje vitalista.
Encendiendo las orillas de su pueblo, cada barrio y cada calle, en días de fiesta en honor de la Virgen del Mar, se escribió un relato colectivo en la noche del viernes desde un recinto ferial abarrotado, con todo el público conectado -con mayoría de féminas-, siendo junto al artista una bandada de pájaros en la brisa que se eleva y se posa, cortando un verano de calor extremo e incendios. Al vuelo se dibujó un paréntesis ocupado por un oasis donde anidó una felicidad que vale por la de muchos días dignos de recordarse.
El don de repartir felicidad
Desde su embarcadero Manuel Carrasco, con una avenida que mira siempre al mar con su nombre y un mural con su rostro que se eleva desde la placita de su infancia, se sabe poseedor del don de hacer felices a los demás haciendo lo que le hace feliz a él. Cantar en Isla Cristina no es pagar una deuda de retornado por el tiempo ausente, es un motivo para celebrar los orígenes, para valorarlos y sentirlos, es la razón para compartir todo lo que tiene con todos los que quieren situarse a su alrededor, muy cerca. Y son legión.
Con el corazón abierto, inspirado y entregado, se le asomó constantemente a los ojos el niño que aún es, con una sonrisa que se contagia, auténtico, cercano, con ese encanto sencillo, con ese arte que no quiere ser más que nadie, pero que no se calla ni se rinde ante nada. Manuel ha volado alto sin olvidar qué sucede en la tierra. Pisó fuerte el escenario, donde las ganas de agradar y repartir emociones contrapesaron en la balanza a la responsabilidad y la autoexigencia que vienen marcando la trayectoria de un trabajado éxito.



Desplegó como las velas canciones repletas de matices, donde su poesía nacida en sus adentros se viste con diferentes compases, ritmos y melodías. Lo mismo suena a carnaval, con sus versos y verdades, que a ritmos de raíz, aflamencados, aires caribeños, salseros, rock y hasta techno, canalizados por la energía de un pop donde todo cabe, porque el sello lo pone una voz genuina con un pellizco especial, que emociona e impulsa el ánimo.
Reivindicando los sueños en más de 30 canciones
De lo íntimo a lo grandioso, del fraseo lento al canto a boca llena, pero siempre proyectado desde el corazón, el artista reivindicó los sueños y cantó al amor de tantas formas y a sus efectos, a la libertad, a la dignidad y el honor, a los ideales irrenunciables, a los elementos naturales, a las batallas diarias que no acaban, a los fantasmas y demonios interiores, al puñado de sentimientos que nos gobiernan en distintas direcciones según el momento.
Manuel Carrasco interpretó más de 30 canciones de todas sus épocas y momentos en más de dos horas y media de show, todas ellas con mucho sentimiento y verdad. Bien acompañado por una gran banda, con el juego de luces y videos, desgranó lo mejor de su repertorio. Tras un video precioso dedicado a la gente del mar de su pueblo, apareció con un poncho blanco e interpretó 'Pueblo salvaje, donde cantó enérgico "por eso cuando me pierdo /En Pueblo Salvaje encuentro mi sitio / Allí vuelvo pa' curarme y reconciliarme conmigo mismo". En la misma línea continuó con otro tema de la hornada más reciente 'El grito del niño', canción cargada de fuerza y temperamento, donde expresa "yo soy el vaso vacío a la espera de llenarse / Soy lo que quieras que sea, pero tú nunca te creas que yo voy a doblegarme".
Con ese impulso lanzó uno de sus muchos mensajes vitalistas, un 'carpe diem' hecho canción. "Ahora es el momento y no mañana", comenzó diciendo en 'Hay que vivir el momento'. Con un mismo más vivo se desplegó 'Corazón y flecha'. "Cuando el mundo se te clava de diferentes maneras y te da la espalda, unas veces te libera, otras te desangra", compartió con garra.
Con un tempo lento interpretó 'Siendo uno mismo', donde se mira al espejo y resalta la conciencia de que la vida se escapa. "Voy a quererme para quererte mucho más / Voy a tratar de ser mejor y más valiente / Es el momento de enfrentarse a la verdad". Para introducir 'Los sueños perdidos', reflexionó que "lo más importante es quien nos acompaña, en las victorias y en las derrotas".
Sentado y bien acompañado continuó una de sus temas que más muestra el enamoramiento ardiente e irrefrenable, 'Uno x uno', con un ritmo alegre y un estribillo muy cantado. "¿Qué quieres que le haga? / Si cuando me clavas la mirada / Se vuelve loco mi pensamiento / Nunca lo digo pero lo siento". También sobre un taburete cantó otra canción muy pegadiza, 'Salitre', que lanzó con Camilo. "Hagámonos de todo menos falta", cantaba demostrando estar a gusto y disfrutando.
"Os pido una luz para que las cosas que guardáis en el corazón se haga realidad, Isla Cristina no dejes de soñar", exclamó Carrasco, invitando nuevamente al público a ser parte activa del recital, guante que la multitud recogió una y otra vez con lealtad y pasión. El cantante cerró los ojos y abrió los brazos para sentir y dejarse llevar por el momento.
Posteriormente sonó ‘Que nadie’ una canción que lleva 13 años en el repertorio del cantante isleño. Lo hizo con un rollo distinto a la versión del disco, con guitarra rockera y saxofón y la irrupción de un coro gospel que llevó su melodía y ritmo a otro nivel y gustó mucho al respetable.
Acercándose al ecuador del recital, Carrasco se cambió rápidamente y apareció con camisa negra, un gran collar, pantalón blanco y su guitarra. Volcó en esta desnudez instrumental la descripción de un amor que se agrieta y desmorona en ‘Fue’. “Fue me estoy muriendo, a mí quién me entiende”, “fue sentirme solo estando contigo”. Siguió en acústico dedicando a sus dos hijos ‘Pequeña sonrisa sonora’, ternura pura en una nana protectora. “Que yo quiero ser contigo lo que es el mar a los peces”, comenzó diciendo. Y en esa línea, la emoción de valorar lo importante de la vida: “Soy afortunado, porque todos los tesoros que tengo no los he comprado”, remató el pasodoble entre oles.
Después Manuel desenredó acompañado por el piano una nostalgia muy presente en ‘Y soy’, donde dibujó toda una suma de pequeñas cosas de su entorno más cercano que configuran su identidad. "Soy de tu higuerita el pozo con el cubito", cantó y presa de la emoción también se quedó unos segundos callado.



De nuevo con toda la banda desenvolvió la historia de frustraciones encontradas en ‘Museo del Prado’ antes de volver a reunir a la banda para entonar otra canción de aceptación de un amor hecho pedazos, ‘Ya no’, donde van “cada uno por su cuenta”. Y en esa línea, pero con ritmo de batucada y llamas, atronaron los ‘Tambores de guerra’,: “Contigo no puedo, todo es imposible / Gané la batalla de la rendición / Te dejo buscando tu mundo perfecto / Donde las mentiras marcan el compás”.
Continuó el recital, con protagonismo para el saxofón, con la mezcla de locura y pasión de ‘Amor planetario’: “Bésame otra vez / No puedo resistir / Bésame otra vez / Tu mundo sobre mí”, antes de que el cantante isleño tomara en una mano el micrófono y en la otra una cámara para acercarse al público. “Yo quiero vivir’: “Si tú quieres, yo quiero soñar / Llevarte conmigo hacia Nunca Jamás / Contigo vivir, yo quiero vivir”.
"Que no me voy de aquí hasta por la mañana"
Ante la pregunta de Manuel acerca de “¿Seguimos o nos vamos para casa?”, el público usó una de sus canciones para responder como un clamor: “Que no, que no, que no, que no me da la gana / Que no me voy de aquí hasta por la mañana”, una canción muy festiva. A ésta siguió otra que volvía a conectar con la nostalgia y las personas que son refugio, ‘Montañas de sal’.Otros temas fueron, Tengo el poder, Corazón y flecha, Salitre, Los sueños perdidos, No dejes de soñar, Museo del Prado, Mi dignidad, Eres, Fue, Ya no, Tambores de guerra, Mujer de mil batallas y Prohibida, entre otras.
En el cierre también presentó a los músicos que le acompañan, subió a un niño a cantar un pedacito de ‘Pueblo Salvaje’ y volvió a servirse de la maestría de otro autor de carnaval local para ensalzar a su pueblo y cómo vive la fiesta de febrero. “En mi bautizo se cambió el agua por papelillos”, entonó.
Y en torno al artista un público de miles de personas de diferentes edades y procedencias que lo adora con pasión, que le grita, vitorea y aclama. Que lo coloca en el altar y a la vez es parte de su familia y su hogar, de su día a día. Con él se identifican, le admiran, casi le rezan, a su modo. Lo ven como un refugio, un mago que sabe poner palabras y melodía al sentir que no es nada fácil expresar. Y fuera del recinto, las mismas que dentro o más. Siguiendo con ansia cada canción, cada palabra.
Cuando alguien pregunte por qué tiene tanto éxito Manuel Carrasco, que simplemente se dé la oportunidad de verle cantar en vivo. Y si es en Isla Cristina, mejor que mejor. Quizás entonces, como Love of Lesbian, entonarán aquello de «Ahora ya soy otro fan de John Boy».