'carnación' en el XXXVIII Festival de Teatro y Danza de Niebla
De lo universal en el arte
Un comienzo excepcional para esta XXXVIII edición del festival iliplense. Público en el que se mezclaban los de siempre, los aficionados al teatro o a la danza clásica, con un público más flamenquito y moerno.
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«El artista no persigue la reproducción de la Naturaleza, por mucho que ésta sea hermosa, sino la manifestación de su mundo interior».
Vasili Kandinsky
De lo espiritual en el arte
En los talleres del barroco sevillano, donde se elaboraron la mayor parte de las imágenes sagradas que procesionan aún hoy en Andalucía la Baja, había especialistas en la carnación, en dar sensación de carne a las partes desnudas, donde no había ropa, de una escultura. También la sangre, y hasta el pelo a veces era responsabilidad de estos artesanos que, junto a otros especialistas, como estofadores o escultores, eran los encargados de elaborar esas imágenes que todos admiramos, algunos sólo en las iglesias o en las procesiones de Semana Santa y otros además en los museos.
En la pieza que hemos disfrutado este pasado domingo en el festival de Niebla, hay carnación a espuertas porque todo el espectáculo gira en torno al cuerpo humano, a su color, pero también al movimiento y a las formas. Más barroco, imposible este espectáculo en el que la música del Coro de ProyectoeLe nos lleva a unos orígenes del flamenco indudables. Después es cierto que vendrían muchas cosas más, sobradas influencias de aquí y de allá, porque el flamenco es el resultado de toda una tradición popular, con raíces en los cantos gregorianos y por supuesto en el barroco –como continuidad de la música renacentista, por supuesto-, que algunos han logrado llevar a palacios o catedrales, tal como hoy Rocío Molina y el Niño de Elche la han traído a este templo del buen teatro y excelente danza que es el festival impulsado por la Diputación de Huelva desde hace treinta y ocho años, nada menos.
El espectáculo, el maravilloso espectáculo habría que puntualizar, que nos han brindado estos dos grandísimos artistas, es presentado como danza, que lo es y vaya excelencia en el trabajo que lleva a cabo Rocío Molina a lo largo de la función, bárbaro es poco; pero también es teatro, representación de la vida, que no otra cosa es el objeto y función del arte de la interpretación. Si les dijera que Carnación habría que definirla sencilla o simplemente como espectáculo, igual muchos de ustedes se sumarían a esta definición. Y es eso Carnación, puro espectáculo. Desde que Rocío Molina hace equilibrios imposibles sobre una silla, o desde que el Niño de Elche, que también, como su partenaire, sabe interpretar además de cantar, procede a tomar una guitarra y dominar un tempo y un ritmo exacto con la sola pulsación del bordón, comprobamos que estamos ante un espectáculo total. Ambos hacen de todo esto y de mucho más, son el centro del espectáculo, el compás con el que conformamos un círculo mistérico.
Difícil es no encontrar en las letras apenas apuntadas de algunos cantes, o en el ritual de sus escenas corales, los cultos a Mitra o los de los primeros tiempos del cristianismo, antes de que los evangelistas en sus postreras interpretaciones aplastaran toda ligazón con el pasado. Cultos mistéricos. Falta algo para acabar de entender esta visión espiritual de la existencia humana, el color. Si la carnación en el barroco era dar color a la carne, hacerla vivir y latir en cada una de sus venas, esto es justo lo que construye esta Carnación que nos han traído los protagonistas y el cuadro de instrumentistas y de voces -una coral magnífica, por cierto-, que se han sumado a lo que ha hecho el cantaor, interpretar. Lo de Rocío es normal, porque la danza es precisamente eso, interpretar sentimientos, incluso pensamientos, a través del movimiento, del compás, y Rocío Molina todo eso lo domina como pocas personas lo puedan hacer en el universo del espectáculo, sean cuales sean. Del Niño de Elche, sabíamos de su intención de hacer un flamenco de hoy mismo, al compás de los tiempos. Magnífico.
Está el dominio del compás en los músicos, en el cantaor y en la bailaora, en todos los que circularon por el escenario –genial la soprano, la violinista y, repetimos, el coro-. Del otro compás, el que escenógrafo y responsables de vestuario han sacado de una caja de hermosísimo nácar, también habrá que reconocer que se colocó la aguja en los centros del escenario para dibujar un semicírculo en el que quedó atrapado el público en su conjunto.
Todo excepcional, pero lo que no es normal y causó auténtica admiración, es las casi dos horas que está esta mujer, Rocío Molina, estuvo bailando, interpretando hasta la extenuación, dramatizando, irónica, suficiente o divertida, mostrando como lo explícito, tanto lo narrado como lo figurativo, lo que abraza una visión material del arte, está ampliamente superado por los ámbitos en que se mueven estos artistas. Coro, músicos, técnicos, cantaor y bailarina están en lugares que sólo pueden alcanzar a entender las mentes y las almas sensibles, en lo puramente espiritual. Carnación es o se hace universal toda vez que no persigue, ni tiene como objeto, alcanzar lo que vemos en el exterior, sino mostrar lo que llevamos en los adentros. Una obra maestra.
Carnación, una idea desarrollada por Rocío Molina
- Dirección escénica Rocío Molina y Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola
- Coreografía Rocío Molina
- Dirección musical Niño de Elche
- Piano y música electrónica: Pepe Benítez
- Violín Maureen Choi
- Soprano Olalla Alemán
- Coro ProyectoeLe.
- Escenografía Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola
- Vestuario Leandro Cano
- Iluminación Carlos Marqueríe
- Dirección musical Coro; Amaya Añúa.Al cante, Paco, el Niño de Elche, y al baile Rocío Molina
Alcazaba de los Guzmanes del castillo de Niebla. Aforo: 900 localidades, Media entrada 2 de julio, 2023.